Calentamiento global: nuestra casa está en llamas

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4/18/20244 min read

En 2050 Londres tendrá la misma temperatura que hoy tiene Barcelona. Caminar por Madrid se sentirá como hacerlo en Marrakech. Y la gélida Moscú tendrá un clima similar al de Detroit. Estas proyecciones surgen del estudio “Las ciudades del futuro”, de la Universidad ETH Zurich, en Suiza, en el que investigadores analizaron cómo impactará el cambio climático en más de 500 ciudades de todo el mundo. Sus conclusiones son abrasadoras: de acá a solo treinta años, el 77% de las principales capitales habrán experimentado temperaturas extremas sin precedentes. Y eso que las estimaciones están basadas en escenarios conservadores.

En tiempos de incertidumbre generalizada, algo es seguro: el futuro será caliente. Muy caliente. Si continuamos con esas proyecciones, Buenos Aires tendrá un clima similar al que hoy tiene, por ejemplo, Sidney. Según el mismo estudio, el cambio promedio de temperatura que nos espera es de 1,5 grados, con un aumento máximo probable en verano de 2,4 grados. El lector podrá pensar que no parece demasiado que se produzca una diferencia de unos cuantos grados, al fin de cuentas eso es lo que pasa en los veranos cuando estamos de vacaciones: a veces hace mucho calor y otras bajan unos grados y tenemos que andar con un abrigo liviano, pero igual la pasamos bien. Sin embargo, la Tierra es extremadamente sensible a un leve aumento de temperatura. Para entenderlo mejor, los climatólogos suelen usar otra analogía cercana, la de un cuerpo humano afiebrado. Con 39º de temperatura corporal uno se siente mal pero puede quedarse tranquilo en casa. A los 40ª, con un solo grado de aumento, aparecen las sudoraciones profundas, la deshidratación y los delirios. Al llegar a los 43º de fiebre, apenas cuatro grados más de lo considerado seguro, la mayoría de la gente muere.


Las olas de calor en este siglo son cada vez más frecuentes. En 2003 se registró una de las más trágicas que azotó a Europa. La suba de temperatura fue de cuatro grados y le costó la vida a 35.000 personas. Las crónicas cuentan que las familias francesas huían del calor dejando cadáveres descomponiéndose en sus casas de vacaciones. ¿Esto significa que debemos despedirnos de los inviernos fríos y guardar la ropa de abrigo para siempre? No exactamente. El calentamiento global es un proceso lento pero acumulativo. Así lo explica Doctora Inés Camilloni, climatóloga y directora de la Maestría en Ciencias Ambientales de la UBA. “Existe una tendencia a que los inviernos sean progresivamente más cálidos pero enmarcados en una fuerte variabilidad, esto significa que cada año no es necesariamente y en forma sucesiva más cálido que el anterior”.

Pero no hay que esperar a transpirar para darnos cuenta de que ya estamos entrando en la era del calor. Como señala el reporte de la Organización Meteorológica Mundial sobre el estado del clima, los últimos siete años han sido los más cálidos de los que se tiene registro. El 2016 fue el año más caluroso en la historia de la Tierra. Lo sigue 2019 en segundo lugar. Y el pronóstico para 2023 ya enciende luces amarillas. O mejor dicho rojas, si miramos las elocuentes imágenes satelitales de la NASA mapeando los miles de focos de incendios forestales que vienen azotando al continente americano, desde Corrientes y el Delta del Paraná, pasando por la Amazonia y el Pantanal hasta llegar a California.

¿Están relacionados estos incendios forestales con la crisis climática?


Spoiler alert: sí. Aunque muchos de estos fuegos son intencionales, a medida que las temperaturas medias aumentan, las condiciones climáticas se vuelven más propicias para los incendios forestales en muchos lugares del mundo. “Más incendios generan más condiciones para la sequía y tanto las masas boscosas como los humedales absorben agua y cuando hay una lluvia intensa, al no tener estas tierras no hay quien absorba el agua y termina yendo a una ciudad o pueblo”, dice Inti Bonomo, Responsable de la Licenciatura en Gestión Ambiental de la UADE. Y agrega: “A la vez que propiciamos más sequías e incendios, nos estamos preparando menos para las inundaciones en términos ecosistémicos”.

En este punto entra en juego lo que David Wallace-Wells, autor del indispensable best seller El planeta inhóspito llama “el efecto cascada” de la crisis ambiental. Se refiere a que los desastres naturales causados por el ser humano están interconectados y se retroalimentan. Y que cada uno puede desencadenar nuevos desequilibrios con consecuencias inimaginables para la vida tal como la conocemos hoy. ¿Por ejemplo? Un planeta más caliente significa más incendios, lo que a su vez significa menos bosques, lo que a su vez significa menos absorción de dióxido de carbono, y esto a su vez eleva la temperatura del planeta. Y así sucesivamente.

Por otra parte, los especialistas advierten que en el futuro el calor no solo será extremo. Será profundamente desigual. Una reciente investigación del Climate Impact Lab puso el foco en la relación entre temperatura, ingresos y mortalidad. Los resultados revelan que un planeta más caliente no duele igual para todos. “Los impactos del cambio climático no afectan a todas las regiones y personas por igual. En algunas zonas el ascenso del nivel del mar es evidente y una amenaza concreta en el corto plazo. O por ejemplo implica un aumento de eventos extremos en el centro-este de Argentina con olas de calor más severas y duraderas y lluvias intensas que puedan desencadenar inundaciones. Deberemos estar cada vez más pendientes de las alertas ante la ocurrencia de estos eventos y saber cómo actuar para evitar las consecuencias negativas”, señala Camilloni.